La vida de Mesopotamia discurrirá entre la hegemonia babilónica y asiria, con el surgir del Imperio Nuevo Asirio, Babilonia pasa a ser dependiente de los monarcas de Assur, que, no obstante, solían nombrar como rey vasallo de Babilonia a un miembro de su propia familia. La situación cambiará cuando los caldeos unidos a los babilonios formen el reino neobabilónico o caldeo, que junto con los medos destruirán el poder asirio.
La ciudad de Babilonia
Babilonia fue, en principio, un notable centro religioso akkadio, como se refleja en los mitos de su génesis. Según los cuales la ciudad se fundó en los primeros tiempos de la creación por los dioses menores para que en ella tuvieran un lugar de descanso las divinidades principales.
Esta mitología refleja la importancia que como centro religioso tuvo la ciudad desde antiguo, y explica perfectamente el porqué la ciudad era considerada, al igual que Nippur, un recinto sagrado depositario, en buena medida, de la sabiduría de los dioses. Su propio nombre es suficientemente elocuente pues Bab-ili o Bab-ilani significan en acadio “la puerta de dios”.
Babilonia enlace comercial
Durante el período neobabilónico o caldeo la ciudad de Babilonia se convirtió también en una importantísima metrópoli comercial en la que convergían auténticas rutas internacionales.
Así por el norte las caravanas unían a la ciudad con Ecbatana, la capital de Media, desde la que proseguían hacia las Puertas Caspianas y, tras cruzarlas, se dirigían hacia Bactria o hacia Arachosia para llegar finalmente a la India. Con la India enlazaba también otra ruta más directa a través de una carretera que la unía a Babilonia.
Desde el Éufrates y hacia el norte se alcanzaba el Mediterráneo, al oeste una ruta llegaba, tras cruzar Palestina, a Pelusium, puerto egipcio en el delta del Nilo. Mientras que otro itinerario conectaba con las diferentes regiones anatolias hacia las que se reexportaban los productos del Oriente, igualmente eran fluidas las relaciones con la península arábiga.
Ampliación del espacio conocido
Todo este intenso tráfico comercial significaba, además de un enorme enriquecimiento para Babilonia, un ensanchamiento del espacio, lleva ya el germen de lo que sera el ecumene helénico que, a grandes rasgos, se mantendrá como el mundo conocido hasta el fin de la Edad Media.
Aquí figuran ya los grandes conjuntos espaciales de la época clásica y medieval, estos son el mundo mediterráneo y, a través de él, Europa y el Norte de África, Irán y Asia Central, Arabia, la India y, desde ella, las noticias y los productos del Extremo Oriente, territorio que queda en la bruma entre lo fantástico y lo real.
Esta ampliación de los conocimientos territoriales es sobre todo algo pragmático que no altera ni las explicaciones cosmogónicas ni la visión genérica del universo, al fin y al cabo lo único que se debía modificar eran el conjunto de tierras que abarcaba el disco terrestre, pero los nuevos horizontes no afectan todavía para nada el conjunto del sistema explicativo, los conocimientos o la cosmovisión propia del Fértil Creciente.
El período neobabilónico o caldeo
Desde la destrucción de las últimas fuerzas asirias en Harrán -tras arrasar Ninive y Assur- medos y caldeos alcanzan un cierto equilibrio de poder en el Fértil Creciente y la meseta irania. El reino neobabilónico o caldeo controla Mesopotamia, Siria, Fenicia e Israel y Juda, así como parte de Arabia. Su monarca más conocido -y el que proporcionó mayor esplendor a su capital y su país- fue Nabucodonosor II. Con él, Babilonia, pasa de ciudad de provincias con cierta notoriedad religiosa a capital imperial.
La Babilonia de Nabucodonosor II
En el siglo VII a.e.c (antes de la era común). La ciudad alcanza una extensión una de unas 850 hectáreas, de las cuales 400 se hallan incluidas en el perímetro interior de las murallas. Para hacernos una idea pensemos que Nínive, la que había sido la más grande ciudad asiria, ocupaba cien hectáreas menos que Babilonia, es decir alrededor de 750 hectáreas.
Nabucodonosor II hizo diseñar una ciudad de trazado rectangular, dividida en dos por el río Éufrates, sabemos que el recinto global de la ciudad era de unos 2400 por 1600 metros aproximadamente, respetando el curso de los canales de riego incluso de los ya en desuso, es por ello que la forma de la ciudad es tan regular, si bien el plano de la ciudad no se modifica en relación al del año 2000 a.e.c. Nabucodonosor lo remodela, refuerza sus fortificaciones, y crea un segundo cinturón de murallas de tendencia triangular.
Nabonido añadirá otra muralla interior a la ciudad, de suerte que las acciones, de Nabopolasar, Nabucodonosor y Nabónido, generan una morfología urbana que muestra una sucesión de recintos amurallados y fortificaciones de diverso tipo, unos dentro de otros -como cajas chinas- y albergando en su interior espacios ceremoniales, templos palacios y viviendas. De manera que hacia el siglo VII a.e.c. la población de la ciudad llegaba, muy posiblemente, a los 500.000 habitantes, cifra descomunal para una ciudad de ese período, que era una auténtica capital imperial.